En la cultura occidental moderna se viene considerando que la autoestima global es un atributo psicológico de importancia cardinal. Cuando se posee en abundancia se aclama como panacea para problemas psicosociales como la delincuencia, la violencia y la neurosis. Cuando escasea se prescribe como remedio. No obstante, la acumulación de resultados está aumentando el escepticismo sobre la validez de la autoestima como remedio para éstos y otros males.
Problemas metodológicos de la autoestima
Aunque exista una correlación genuina entre la autoestima y cierta variable de interés, todavía está por asegurar la dirección de esa relación. Sin un estudio longitudinal, un análisis de ecuaciones estructurales o una manipulación experimental no es posible descartar la posibilidad, a priori, de que la autoestima sea una consecuencia más que una causa de la variable de interés. Por ejemplo, aunque se ha demostrado que la autoestima elevada va acompañada de extroversión no está claro cuál de los dos es el antecedente.
La autoestima y rendimiento
La relación entre autoestima y rendimiento en ámbitos académicos parece ser muy débil, puesto que las correlaciones tienden a ser modestas y variables. Además, la autoestima tiende a aparecer más como consecuencia que como efecto, y por si fuera poco, las intervenciones dirigidas a aumentar la autoestima o bien no consiguen influir sobre el rendimiento académico o más bien lo deterioran a través de un aumento de la complacencia.
Salud psicológica
El correlato más claro de la autoestima es el bienestar subjetivo, ya que predice de manera importante y consistente las medidas de satisfacción vital y diferentes medidas de felicidad. También existe una relación negativa entre la autoestima e indicadores de malestar psicológico: ansiedad, depresión, desesperanza y neuroticismo. Estudios experimentales y longitudinales muestran que la autoestima puede ser considerada como un mecanismo efectivo de enfrentamiento. Se ha encontrado que la autoestima puede tener un efecto adaptativo simple y que actúa mitigando la ansiedad en momentos de gran estrés.
La autoestima y salud física
Las pruebas existentes parecen apoyar claramente esta relación, tanto en salud general como en su relación con los indicadores biológicos de salud. Además, parece guardar una relación causal con los trastornos de alimentación.
No parece existir una relación clara entre la autoestima y adicciones como el tabaco o el alcohol, como tampoco parece tener una relación directa con la sexualidad. Quizás la autoestima elevada ejerza efectos opuestos. Por un lado proporciona autoconfianza para resistir a la presión social o a las tentaciones de escapismo. Por otra parte, también induce iniciativas más arriesgadas o prohibidas a través de las ilusiones de invulnerabilidad.
Agresión y violencia
La sabiduría popular mantiene que una de las causas clave de la agresión y la violencia puede radicar en una baja autoestima. Sin embargo, la literatura científica parece mostrar de manera bastante unánime que aquellos que agreden de hecho se encuentran bastante bien consigo mismos.
La relación entre una autoestima elevada y la agresividad se ha intentado explicar desde el modelo del egoísmo amenazado. Desde este punto de vista, las personas de autoestima elevada mantienen visiones considerablemente positivas de sí mismas, de tal forma que es más probable que perciban la discrepancia que emerge de una evaluación negativa por parte de otra persona. Además, dado que se trata de personas con una especial tendencia a la seguridad en sí mismas y a tomar la iniciativa, es probable que enfrentados ante la disyuntiva de aceptar la evaluación negativa con culpabilidad o rechazarla con ira, escojan esta segunda vía de acción.
Comportamiento interpersonal
En los estudios con autoinforme, las personas con alta autoestima informan que son más populares, tener amistades superiores, llevarse mejor con sus compañeros de trabajo, divertirse más con las interacciones sociales y experimentar mayor grado de apoyo social.
Sin embargo, estudios en los que las evaluaciones las dan compañeros muestran que los posibles beneficios de la autoestima para las relaciones sociales señaladas arriba son más una percepción distorsionada de las personas de alta autoestima que una realidad, puesto que las personas de alta autoestima no son más agradables ni más gustadas por los demás en estos estudios.