Asch (1951) ideó uno de los paradigmas experimentales que han marcado un hito en el campo de la influencia social y en el de la psicología social en general. Paradójicamente, su objetivo era plasmar en hechos la existencia de un individuo autónomo y defensor en contra de todo de la verdad. En su primer estudio invitó a siete estudiantes a participar en un experimento sobre discriminación visual. La tarea de estas personas era bastante sencilla: tenían que decidir en 18 ocasiones cuál de tres líneas era semejante en longitud a una línea patrón. En cada una de las comparaciones había efectivamente una línea patrón, mientras que las otras dos eran diferentes. La tarea era muy fácil, como lo pone de manifiesto el hecho de que en un grupo control de 37 sujetos, que decidieron sus juicios en solitario, 35 no cometieron ningún error, una persona cometió un error y otra cometió dos errores.
En conjunto se produjo un porcentaje de errores despreciable (0,7%). En la condición experimental los sujetos, sentados en semicírculo, debían dar sus juicios de viva voz y en el orden en que estaban sentados, del puesto 1 al 7. En realidad sólo existía un único sujeto (en el puesto número 6), puesto que el resto eran cómplices que, en cada comparación, respondían de manera unánime según lo acordado con el experimentador. En las seis comparaciones “neutrales” (las dos primeras y otras cuatro distribuidas a lo largo de la sesión) los cómplices respondían correctamente. En las restantes 12 comparaciones respondieron unánimemente de forma incorrecta. Las comparaciones neutrales, especialmente las dos primeras, servían para no levantar sospechas en el sujeto y evitar que éstos atribuyeran los errores a posibles problemas visuales de los cómplices.
Los resultados de este experimento muestran el tremendo impacto en un sujeto aislado de una mayoría obviamente equivocada pero unánime. En comparación con el grupo de control, que como se recordará sólo cometía un 0,7% de errores, los sujetos experimentales cometieron casi un 37% de errores. No todos los sujetos cometieron el mismo número de errores, pero resulta interesante observar la distribución de éstos. Sólo un 25% de los sujetos no cometió ningún error (frente al 95% de la condición de control). Además, un 28% cometió ocho o más (de doce posibles), mientras que el resto cometió de uno a siete errores.
Los resultados del experimento de Asch se han obtenido posteriormente en numerosas ocasiones, utilizando diferentes poblaciones y diferentes tareas.