Psicología Basada en la Evidencia (PBE) es un término que hace referencia a los tratamientos y técnicas psicológicas que han demostrado científicamente su eficacia. Se trata en realidad de una mala traducción del inglés Evidence Based Psychology, y sería más apropiado llamarla Psicología Basada en las Pruebas.
La PBE surgió dentro del movimiento de Práctica Basada en la Evidencia, un enfoque clínico interdisciplinar introducido en el ámbito médico en 1989 que aboga por ofrecer a los pacientes el mejor tratamiento posible dentro del marco del conocimiento científico actual. En la actualidad es posible encontrar procedimientos basados en la evidencia en otros campos como la Odontología, la Enfermería o la Educación.
La PBE no pretende determinar la validez de las psicoterapias en su conjunto o su aplicación a problemas inespecíficos, sino de evaluar tratamientos eficaces para trastornos concretos en muestras clínicas claramente especificadas.
¿Por qué es importante que un tratamiento sea validado científicamente?
En cualquier ámbito de la vida es fundamental saber distinguir entre el conocimiento popular, las tradiciones o lo que nos dice la intuición de aquello que está realmente demostrado empíricamente. Esto se hace absolutamente imprescindible cuando hablamos del ámbito sanitario, donde aplicar técnicas inapropiadas puede tener consecuencias gravísimas para los pacientes. Por poner algún ejemplo, hasta bien entrado en siglo XIX se “sabía” que la sangría (tratamiento que consiste en extraer sangre al paciente) era la cura apropiada para numerosas enfermedades. Esta técnica fue utilizada durante al menos 2000 años para intentar sanar todo tipo de dolencias, sin embargo hoy en día está demostrado que en el mejor de los casos es completamente ineficaz, mientras que en otras ocasiones es altamente peligrosa y se sospecha que fue responsable de la muerte de muchas personas a las que se suponía que estaba curando.
En Psicología la mayoría de las intervenciones no se realizan en situaciones en las que le vida de los pacientes esté en peligro, sin embargo, sí que se trabaja de forma constante con el sufrimiento de las personas. Por esta razón tenemos la obligación ética de ofrecer siempre el tratamiento que mejor se ajusta a sus problemas y que tiene más probabilidad de resolverlos. No sería adecuado que a un paciente con un trastorno para el que hay tratamientos de demostrada eficacia se le administrara otro del que no se conocen los efectos, a no ser que este diese su consentimiento informado.
¿Cuándo es válido un estudio científico?
Los diferentes organismos y agencias de sanidad poseen criterios particulares para valorar la relevancia de una investigación. Pero en general se podría decir que se ajustan a los criterios siguientes:
Estudios tipo I: Los más rigurosos suponen: un ensayo clínico con asignación al azar, evaluación ciega, presentación clara de los criterios de inclusión y exclusión, métodos de diagnóstico adecuados a los avances actuales, tamaños de la muestra adecuados para poder ofrecer poder estadístico y métodos estadísticos descritos claramente.
Estudios tipo II: Son estudios clínicos los que carecen de alguno de los requisitos señalados en los estudios del tipo 1. (No asignación al azar, o no evaluación ciega, etc.). No son tan excelentes como los del tipo 1, sin embargo, proporcionan información valiosa y no deberían descartarse.
Estudios tipo III: Tienen claras limitaciones metodológicas. Generalmente, se trata de estudios de tratamiento abiertos dirigidos a obtener datos piloto. Suelen estar sujetos a sesgos del observador y pueden hacer poco más que indicar si un tratamiento funcionaría siguiendo un diseño más riguroso.
Estudios tipo IV: Las revisiones con análisis secundarios de datos pueden ser útiles, especialmente si las técnicas de análisis de datos son sofisticadas.
Estudios tipo V: Las revisiones sin estudios secundarios de datos resultan útiles para dar una impresión de la literatura, pero, claramente, están sujetas a las opiniones del autor y, a veces, están altamente sesgadas.
Estudios tipo VI: Abarcan una variedad de informes que tienen valor marginal (estudios de casos, ensayos o artículos de opinión).
¿Cuál es el estado actual de la PBE?
A día de hoy se han encontrado tratamientos eficaces para algo más de 50 trastornos mentales, lo cual es muy poco si tenemos en cuenta que el DSM-5 recoge más de 360. Muy probablemente la escasez de tratamientos validados conocidos se debe a falta de investigación más que a la falta de terapias apropiadas. Hay que tener en cuenta que esta concepción de la práctica clínica es relativamente novedosa y se ha ido extendiendo lentamente entre los investigadores. Muy probablemente en los próximos años presenciaremos un gran desarrollo de este área.
Como decíamos al principio, la PBE no busca la psicoterapia que nos sirva para todo, sino la más apropiada para cada tipo de trastorno. De esta forma se ha encontrado que terapias de orientaciones distintas han demostrado ser perfectamente válidas para trastornos concretos. Por lo tanto un buen psicólogo no debería encerrarse dentro de un paradigma teórico (como ha sido tradicional hasta ahora), sino aprender tantas técnicas como se demuestren eficaces independientemente de la teoría de la que deriven.
Por definición, el método científico exige que los estudios sean replicables para que puedan ser verificados por otros investigadores. Esta conditio sine qua non excluye de forma irreversible a determinados tipos de terapias psicológicas tradicionales que se basan en procedimientos desestructurados que impiden que la terapia pueda ser aplicada de forma sistemática y, por tanto, impiden su verificación. Esto no significa que dichos enfoques terapéuticos no puedan ser utilizados, por ejemplo, con el objetivo del desarrollo personal o el autoconocimiento, pero cuando hablamos de intervenir en problemas de salud deberíamos exigir siempre las máximas garantías.
Fuentes bibliográficas:
Echeburúa, E., Salaberría, K., Corral, P. y Polo-López, R. (2010). Terapias Psicológicas Basadas en la Evidencia: Limitaciones y Retos de Futuro. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 19 (3), 247-256.
Moriana, J.A. y Martínez, V.A. (2011). La Psicología Basada en la Evidencia y el diseño y evaluación de tratamientos psicológicos eficaces. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 16 (2), 81-100.
Nathan, P.E., y Gorman, J.M. (eds.) (2002). A guide to treatments that work. London: Oxford University Press.
Vázquez, C. y Nieto, M. (2003). Psicología (clínica) basada en la evidencia (PBE): una revisión conceptual y metodológica. En J.L. Romero (ed.), Psicópolis: paradigmas actuales y alternativos en la psicología contemporánea. Barcelona: Kairos.