Maternidad o paternidad no son conceptos fáciles de definir y ello se debe, en parte, porque son experiencias personales, subjetivas -y por ende-, intransferibles. De la misma manera sucede con los adultos que no desean ser padres. Son decisiones que acarrean vivencias diferentes, nuevamente personales y entonces intransferibles. Pero la gran diferencia entre las primeras y las segundas opciones es la mirada de los otros. A tal punto, que pueden truncar nuestros deseos. Si debemos entender a aquellos que desean ser padres, ¿por qué no podemos respetar a los que no lo quieren? ¿Acaso podemos establecer qué es la felicidad para todos o debemos entender que la felicidad puede tener rasgos comunes, pero no unánimes? ¿Se puede ser feliz sin hijos? Ahondemos en estos temas.
¿Qué es ser padre?
Difícilmente podamos tener una respuesta única. Pero sí podemos establecer algunas líneas que ayudan a cerrar el sentido. En principio, diremos que es una gran responsabilidad, porque debemos hacernos cargo de muchas decisiones por otro que depende vitalmente de nosotros. Es decir, que aunque tengamos dudas, debemos responder preguntas durante muchísimos años por ese pequeño: qué comer, a qué hora, cuándo ir al médico, cuándo abrigarlo, cuándo bañarlo, cuándo enseñarle a ir al baño, a qué colegio mandarlo, cuáles son los límites pertinentes y cuándo debemos fomentar su autonomía, entre otras cuestiones.
Muchas veces habrá que no dormir o hacerlo a deshora. Tendremos que reorganizar salidas, cumpleaños o eventos porque el niño se enfermó, se ensució, se lastimó o simplemente está caprichoso y no hay forma de revertir esa situación. Ser padre es tener a cargo a un menor que durante muchos años no podrá valerse por sí mismo. Y cuando finalmente lo haga, también sus decisiones, sus desamores, sus peleas, su carrera universitaria y su trabajo nos develará. Entonces, ser padre es un rol que es para toda la vida. No será de la misma manera, pero siempre nos mantendrá en vilo.
¿Ser o no ser?
Cuando nuestra identidad se define por ser madre o padre, claramente estamos en problemas. La maternidad o la paternidad debe ser parte de nuestra vida y no toda nuestra vida. Está claro que tener niños implica un cambio de nuestras prioridades por la del menor. Sin embargo, no debemos hacer de esta función nuestro único rol. En tal caso, se trata de priorizar las necesidades del pequeño sin descartar las propias y pedir colaboración durante su crianza. De esta manera podemos transformarnos en una persona que va agregando roles a su vida. Es decir, multiplicando sus funciones sin que esto sea en desmedro de otra. Por ende, no ser padre implicará tomar decisiones pero no por otro sino por uno mismo y ello no es necesariamente más sencillo.
¿Cómo decirlo a la familia?
Como suele pasar con las decisiones más importantes que tomamos, las familias son el público expectante de nuestros monólogos. Escuchan, dan sus opiniones, a veces acompañan y a veces se enojan hasta que finalmente comprenden y nos respetan.
Ya sea que decidimos que lo más importante es vivir nuestra vida sin niños, tener una pareja y que esa familia no necesite de un menor. O cuando pensamos apostar todo a nuestra carrera aunque implique no disponer de tiempo para sostener una relación. O si decidimos viajar por el mundo, tan solo con una mochila y el pasaporte, el denominador común de estas opciones es el deseo propio. Es decir, que lo más importante siempre es que los proyectos se realicen movilizados por un deseo honesto y singular. Las familias siempre buscan que sus integrantes sean felices a pesar de que a veces no cumplan con sus expectativas. Y deberán entender que se puede ser feliz sin hijos.
Kit familiar no incluye menores
Ya tomamos la decisión, ya la comunicamos a la familia, mas ahí no termina la ronda de preguntas. Porque si las familias pueden ser inquisidoras, la sociedad –desde los comerciantes, los colegas y hasta los vecinos- puede transformarse en los periodistas más despiadados. Entonces es importante hacer valer nuestras decisiones sin que éstas devengan en tema de discusión social. Aunque cueste hacer oídos sordos a los comentarios ajenos, debemos rescatar nuestro deseo.
Cuando encontramos a esa persona especial con la cual compartir nuestra cotidianeidad, es un hallazgo que implica a la felicidad. Aparecen nuevos proyectos como viajes, la convivencia, la compra de la primera casa, adoptar algún perro o gato, e incluso la compra de un automóvil. Y esto también es una familia. Porque las familias no siempre incluyen a los niños y no por ello, dejan de serlo. Una familia es un conjunto de vínculos que comparten la vida: los proyectos, las tristezas y alegrías, los ascensos y los finales de carrera, etc.
Se puede ser feliz sin hijos
Definitivamente, la felicidad no incluye a los niños sino que es una construcción personal y por ende particular. Tal como lo mencionábamos al principio, si no podemos concluir en una repuesta sobre qué es la maternidad y la paternidad, por qué obnubilarnos creyendo que la felicidad tiene una única respuesta e ir en búsqueda de ella.
Debemos siempre buscar realizar nuestros deseos, sean individuales o compartidos, y ser honestos y claros con nosotros mismos. Asimismo, escuchar consejos de la gente que nos quiere y nos conoce, porque a veces, pueden ayudarnos a reflexionar y encausar nuestro camino. Es decir que hay personas que nos ayudan a pensar para decidirnos qué proyecto empezar, qué pareja elegir, qué trabajo concluir, qué carrera iniciar. Si respetamos nuestras decisiones, aquellas que sólo acarrean consecuencias para nosotros, entonces serán buenas decisiones. Y sabremos que se puede ser feliz sin hijos.