Dejar de vivir en la casa de los padres es uno de los grandes pasos para madurar. El mandato social continuaba con vivir solo, enamorarse, formar pareja, casarse, tener hijos y formar una familia propia. Pero bien escrito está en tiempo pasado. El siglo XXI presenta diferentes modelos de vida y elecciones. Y entre tantas posibilidades, la nueva tendencia es estar solo y vivir solteros.
Aquello que antes la sociedad esperaba de uno tenía un peso mucho más grande en las decisiones de las personas que ahora. Sin embargo, los jóvenes “millenials” y de la Generación Z de gran parte del mundo tienen otras prioridades diferentes que las de sus padres y abuelos.
Los jóvenes de menos de 30 años prefieren vivir experiencias personales, viajar por el mundo cada vez que pueden para conocer diferentes lugares y culturas. Tampoco son apegados a un solo puesto de trabajo. Un empleo no los anclará a una ciudad o a un estilo de vida que no les otorgue la libertad que desean disfrutar.
Y esa libertad, afirman, se pierde un poco con una vida en pareja bajo el mismo techo. Por eso, la nueva tendencia es estar solo y vivir solteros. Sin depender de nadie. Y sin tener que compartir las decisiones fundamentales de sus vidas con nadie. Y sin tener hijos por quienes preocuparse o perder libertades para garantizarles una mejor calidad de vida a los niños.
No todo el mundo sigue la nueva tendencia
En Estados Unidos, el número de jóvenes que viven con sus padres es un récord desde 1940, según los datos del censo del Centro de Investigaciones Pew.
Gran Bretaña vive una situación similar. Un estudio de 2019 realizado por el grupo de pensamiento Civitas arribó a la conclusión de que la proporción de jóvenes de 23 años que viven con sus padres en Reino Unido aumentó del 37% en 1998 al 49% diez años después.
¿Motivos? Principalmente, lo difícil que es acceder a una vivienda propia. El dinero que se necesita es demasiado para un joven de menos de 30 años, que generalmente tampoco tiene acceso a los empleos mejor pagados. Por eso, como el dinero no es suficiente para adquirir un hogar, prefieren gastarlos en esas experiencias de las que hablábamos antes y seguir viviendo bajo las reglas de mamá y papá.
Sin embargo, hay países en lo que ocurre todo lo contrario. En Suecia, la edad más común para emigrar de casa es entre los 18 y 19 años. En cambio, el promedio en toda la Unión Europea (UE) es a los 26 años, según las cifras de Eurostat. El alto nivel de vida sueco hace que una gran proporción de estos jóvenes no se mude a casas diminutas o dormitorios estudiantiles. Se van a vivir solos.
Más de la mitad de los hogares suecos son unipersonales. Es la proporción más alta en la UE. Uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 25 años vive solo. Lo sorprendente es que la costumbre de independizarse a una edad temprana se mantuvo incluso durante una época de gran escasez de vivienda en el país. Como verán, no todo es económico.
El caso sueco: por qué
El profesor de Demografía en la Universidad de Estocolmo, Gunnar Andersson, explica un poco qué diferencia a Suecia de sus vecinos europeos y por qué este país es líder en la nueva tendencia de estar solo y vivir solteros.
«En otras partes de Europa no se considera un problema depender de tu familia y en el sur de Europa incluso debería interpretarse como un objetivo. Si no lo haces, sería como rechazar a tu familia», explica.
«En Suecia, el objetivo es crear un individuo independiente. Es como que algo anda mal si el niño se queda en casa», diferencia el docente.
Claro que el sólido Estado de bienestar de Suecia no está en todas partes del mundo. De hecho, en casi ninguna, ya que los países nórdicos y escandinavos generalmente encabezan este tipo de rankings: acceso a viviendas asequibles, atención médica y educación sin depender de familiares o parejas para obtener ayuda.
No todo es color de rosa en la tendencia de estar solo y vivir solteros
Muchos jóvenes parecen disfrutar de esa libertad social y financiera que logran al salir del hogar familiar. Sin embargo, emigrar a muy temprana edad puede tener sus desventajas.
Salir de la casa familiar muy pronto puede tener un impacto perjudicial para los jóvenes que no estén preparados para las responsabilidades de la vida adulta. Problemas con el presupuesto y las tareas administrativas son los principales obstáculos que hay que superar.
Muchos de ellos jamás han pagado una factura mientras vivieron bajo el ala de sus padres. No pueden calcular si se van a quedar sin papel higiénico o frutas. Y la frustración a veces le puede ganar al aprendizaje para que el error no se vuelva a repetir.
Pero, tal vez, el problema más grande sea la llamada «soledad emocional”. Aunque la mayoría de los adolescentes tiene una vida social, algunos pueden presentar dificultades para mudarse si no tienen un amigo o pariente cercano para desahogarse en un momento difícil.
Con respecto a esto, la Junta Nacional de Salud y Bienestar de Suecia publicó en 2018 una cifra alarmante: el número de jóvenes de entre 16 y 24 años que recibieron tratamiento para enfermedades psiquiátricas en Suecia aumentó casi un 70% en la última década.
Sin embargo, el trabajo asegura que no es posible establecer vínculos claros entre la soledad y los diagnósticos específicos de salud mental.