En estos tres cuentos para reflexionar se reflejan muchas de nuestras preocupaciones diarias. Asuntos como el perdón, el amor, las decisiones que tomamos, y la actitud que mantenemos. Son cuestiones en las que todas las personas de una u otra manera nos vemos envueltos, por ello reflexionar nos acerca a la comprensión y a la calma mental. Ya que en la gran mayoría de los casos son nuestros propios pensamientos los que nos limitan para vivir con más satisfacción que sufrimiento.
Compartimos estos tres cuentos para reflexionar, para aprender a ser un poco más sabios:
La prisión
– Esos nazis no tenían el derecho de hacernos eso – comenzó diciendo el primero -. Mira que querer acabar con todos nosotros.
– Bueno, – contestó el segundo – gracias a Dios salimos vivos y pudimos reconstruir nuestras vidas. Me casé con una hermosa mujer, tuvimos tres maravillosos hijos y ahora estoy esperando a mi séptimo nieto – agregó con una gran sonrisa en los labios-.
– Si, – replicó el primero alzando la voz – pero es que no tenían derecho. ¿Quién les dijo a ellos eran una raza superior? ¿Quién les dijo que tenían el derecho de gobernar al mundo?
– No fue bueno ni fue justo – contestó con voz moderada – pero ya salimos de eso y luego se nos abrieron muchas puertas y oportunidades que supimos aprovechar. Empecé con un pequeño negocio que fue creciendo, y ahora mis hijos están a cargo de la empresa que tiene locales en cinco países.
– Claro, claro – interrumpió nuevamente el primero – pero insisto que no tenían el derecho de encarcelarnos, de apartarnos de nuestras familias, de quitarnos nuestras vidas, de …
Mientras seguía despotricando de los nazis y de lo mucho que sufrieron, su compañero se quedó en silencio, viéndolo con compasión. Finalmente, cuando un sorbo de café brindó un breve silencio entre los dos, comentó:
– ¿Sabes?, hace más de cuarenta años terminó la guerra, los nazis fueron perseguidos y juzgados, y lo más importante es que dejaron de gobernar en su país, pero Tú, mi querido amigo, Tú sigues siendo prisionero de los nazis, ellos ya no están, pero Tú continúas viviendo en sus cárceles.
El maestro y el alacrán
Por el sendero de un hermoso bosque, el viejo maestro caminaba en silencio junto a su joven discípulo. Al llegar a un riachuelo, divisaron cerca de la orilla a un escorpión que había caído al agua y luchaba por su vida. El maestro se acercó, alargó su brazo y tomó el animal para sacarlo del agua, pero de inmediato el escorpión lo picó. El dolor fue grande y al sacudir la mano, el maestro dejó caer al escorpión al agua.
Sin pensarlo dos veces, el maestro se volvió sumergir su mano en el agua para salvar al alacrán, pero una vez más el alacrán lo picó y luego cayó al riachuelo. Tras frotarse la segunda herida, el maestro se agachó nuevamente, pero justo antes de introducir su mano en el agua, su discípulo lo detuvo tomándolo por el hombro.
– ¡Pero maestro, no vuelva a agarrar al alacrán, lo va a picar otra vez!, además, ¿cuál es su empeño en salvar a ese animal tan malvado?
– Querido amigo – respondió el maestro con voz calmada – El alacrán me ha picado porque eso está en su naturaleza. Sin importar cuales sean las circunstancias, su instinto será siempre el de defenderse picando a cualquier otro animal que se le acerque. En cambio, yo estoy llamado a amar a la naturaleza, por lo tanto a tratar de salvarlo, porque eso está en mi naturaleza. Muy mal haría yo en dejarme influenciar por su naturaleza, dejando la mía de lado; en renunciar a hacer el bien solamente porque a otro no le gusta o no está de acuerdo; en comportarme de maneras distintas según las circunstancias en lugar de ser siempre auténtico.
El maestro volvió a agacharse, tomó una hoja que pasaba flotando y con ella levantó por tercera vez al alacrán para salvarle la vida.
La Pareja Perfecta
Sentados en la plaza del pueblo, dos viejos amigos conversan mientras observan a varias parejas sentadas en el césped.
– Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte? – preguntó el primero
– Lo pensé, pero nunca llegué a casarme – respondió el segundo -. Cuando era joven me decidí a buscar a la mujer perfecta.
Tras esgrimir una leve mueca, el hombre continuó diciendo:
– Cuanto fui a las costas encontré a la mujer más bella que jamás había visto, pero no conocía de las cosas materiales de la vida ni era muy espiritual. Cuando fui a lo más alto de la montaña, conocí a una mujer muy bonita y con un intenso interés por espiritual, pero no se le daba importancia a las cosas materiales o lo que ocurría en el mundo. Seguí andando y llegué a una ciudad, donde tropecé con una mujer muy linda y rica, pero no se preocupaba del aspecto espiritual. Al llegar a las praderas hallé a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Seguí buscando y en uno de mis viajes tuve la oportunidad de cenar en la casa de una joven bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material. Era la mujer perfecta.
Se produjo un breve silencio que permitió escuchar el suspiro de aquel hombre.
– ¿Y por que no te casaste con ella? – Le preguntó el amigo
– ¡Ah, querido amigo mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.