Podemos comprobar día a día, las consecuencias de la crisis y los recortes en diversos ámbitos: medicina, educación, transportes, etc. El drama actual que vive el sistema educativo (de todos los países y concretamente del nuestro) es una situación de emergencia, que es vital cambiar y que sin embargo dejamos pasar de forma sumisa y dócil.
¿Por qué se agrupa a los niños en la escuela por edades? ¿Por qué se abruma a los más pequeños con arduas pruebas que les estigmatizan y debilitan sus talentos? ¿Quién establece qué es lo más recomendable para enseñar en las aulas y lo que no? Éstas son algunas de las preguntas que quizás muchas personas se hagan. Y muy probablemente sea difícil de encontrar una respuesta concreta y específica.
Los más pequeños, los niños, son al fin y al cabo nuestro futuro, el futuro de todos. El sistema actual con ámbitos como la sanidad, la educación, y otras necesidades de primera mano, se encarga de perpetuar cada pedazo del vigoroso tronco del capitalismo que acecha con mano dura. El pensamiento dominante influye sobre las disciplinas para que éstas primen unos conocimientos sobre otros (que no dejan de ser importantes).
Es bien conocido el caso de uno de los mayores científicos de la historia, un verdadero genio: Albert Einstein. A. E. mostró desde bien pequeño dificultades en su capacidad para expresarse y para hablar, al que durante el instituto le llegaron a decir que “no llegaría a nada en la vida”, después de que le costara adaptarse a la disciplina educativa tan estricta de la época de Otto Von Bismarck. Einstein fue siempre mostró firmemente su rechazo a la autoridad que se ejercía en las escuelas en aquella época, y que, desgraciadamente, sigue manteniéndose actualmente de formas mucho más sutiles.
El propio Charles Dickens procedía de una clase media y no recibió ningún tipo de educación hasta los 9 años. Los críticos de aquella época le reprocharon este hecho por haber sido autodidacta. Además procedía de una familia que vivió la mayor parte del tiempo en una situación de máxima pobreza.
Son innumerables las personas que, a pesar de su carencia de resultados académicos notables, han desarrollado sus capacidades de forma sublime por otra vía que no es la escolar.
¿Entonces, por qué se coarta al niño en el progreso de sus virtudes? Está claro, hay que pensar desde una perspectiva industrial, comercial. La educación, base del avance de una sociedad y una civilización, es otra pieza más de un sistema de control, meticulosamente planeado para la creación de individuos idénticos, de fácil manipulación y docilidad inofensiva.
Los sistemas educativos actuales, sustentan unas escuelas en las que se fusionan niños de muy diferentes cualidades, condiciones y carácter. Se les aglomera en montones, apoyándose en criterios poco válidos de la vida real como puede ser por edades, sexos, y a veces hasta por necesidades especiales, que poco aporta a favor de los propios niños. Se les obliga a permanecer en masa, pero sin relacionarse con ésta. Se les exige un alto rendimiento en tareas que poco tienen que ver con la realidad, ni con lo que les gusta hacer a ellos, que al fin y al cabo, marcará el rumbo de su vida. Se les pide adoptar una posición de normalidad: muchos niños (aunque hay que puntualizar que no todos) que destacan por encima de la media, son tratados con indiferencia, en lugar de cosechar y cultivar su potencial en relación a sus necesidades. Algo parecido ocurre también con muchos niños que poseen dificultades para alcanzar lo que denominan un nivel “normal”.
Por el contrario, se castiga el desbordamiento del redil. Se sanciona el pensamiento divergente. Se les prohíbe colaborar entre ellos cuando más lo necesitarían para estimularse unos a otros, alegando que eso es copiar, mientras que la vida real se basa en continuas asociaciones del conocimiento de diferentes personas. Por otra parte, se les fuerza a cooperar en tareas en las que deben ceñir sus aptitudes a un marco exigido, del que no se pueden salir y expandirse, vetando así el crecimiento de sus habilidades individuales.
“No hables con el compañero”. “No copies”. “Sólo dispones de una hora para hacer este examen”. “No ayudes a tu compañero, debe hacerlo solo”. “Sólo esta respuesta es la correcta”. “No cumples los criterios establecidos”.
Las materias dadas cada vez son uniformes y rutinarias. Las clases, largas y estáticas. La información es siempre la misma, con las mismas preguntas y una única respuesta que no da lugar a pensamientos alternativos.
La educación y su etiquetaje
Si el niño se aburre y se distrae con facilidad, es hiperactivo (Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad). Entonces se le busca un trastorno con nombre y apellidos al que acomodarlo y donde agruparlo para que, de nuevo, no se salga del redil. Incluso se les llega a administrar drogas (bastante peligrosas) para paliar su diferente forma de responder a los estímulos de su alrededor.
Se les exige demasiado para el mal entorno que les ofrecemos. Y todo esto para crear un amplia escisión entre personas de alta o baja capacidad intelectual (como si tal cosa sirviera para algo, más que para separar a las personas) a las que luego se coloca en status completamente diferentes, sin atender a que, probablemente muchas de las personas consideradas de “baja capacidad intelectual” quizás no hayan tenido las mismas oportunidades que las de “alta capacidad intelectual”. Esta situación, conduce como afirma el vídeo a la discriminatoria fragmentación de “listos” y “no listos”, donde en estos últimos se incluyen muchas personas que creen no tener buenas habilidades. Y un paso más atrás que podemos ver día a día en el sistema educativo, es que, la penosa educación que ofrecemos, ahora ni siquiera está alcance de todos, sino de unos pocos más poderosos y adinerados, (como ocurre en la universidad) y disminuye progresivamente su calidad en un retroceso que amenaza en convertirse en despojos pedagógicos.
No podemos asombrarnos pues, de que exista el abandono y el fracaso escolar, la analfabetización, la frustración personal, la baja inserción laboral, la especialización forzosa. Y como argumenta el vídeo, los niños sufren un problema de adaptación a la realidad económica y a la globalización.
Encaminamos desde muy pequeños a los niños a un futuro concreto, a una ocupación definida, a un lugar establecido en la sociedad sin dejar que antes fluya su potencial que, todos sin exclusión alguna, tenemos.
Quizás sea hora de crear un sistema educativo que estimule de forma real las aptitudes individuales y realce la colaboración de las habilidades de todos, de manera que no se perjudiquen sino que se enriquezcan mutuamente. Una educación que no desensibilice, anestesie y merme sus energías y sus capacidades. Niños de diferentes edades, sexos, capacidades, niños que aprenden mejor a diferentes horas del día, en grupos pequeños, grandes, etc.,: en la variedad está el gusto, y en la variedad nos nutrimos de las cosas que más nos enseñan en la vida.
Creo que no es correcto creer cambiar una regla solo para señores a una nueva regla o norma, y el caso de Einstein son de uno en un millón por lo tanto es difícil plantear lo como regla general, es bueno establecer aciertos criterios en la infancia y a medida que se crece el sujeto hará evaluación de su realidad y optara por nuevos caminos