Generalmente, cuando volvemos de las vacaciones lo hacemos con más energías, con horas de descanso, con una sonrisa y, a veces, hasta con un poco de color en la piel. Pero sobre todo con otra predisposición para trabajar. Sin embargo, a medida que el año avanza, esas energías, esa predisposición, comienzan a mermar y la meta es que lleguen las vacaciones otra vez. Y en lugar de empezar a planificarlas, empezamos a desesperarnos. Es lo que llamamos ansiedad por las vacaciones.
Es que los humanos padecemos de ansiedad, sea para situaciones conflictivas como para situaciones placenteras. Aunque la ansiedad, tal como la Luna, tiene dos caras. La más conocida es justamente la que padecemos, pero también ésta es funcional al ser humano en tanto nos prepara para la supervivencia. Así como la ansiedad, las vacaciones también tienen dos caras. Pueden ser lo más anhelado y ser vividas como tal o pueden volverse una carrera contra el tiempo que, al llegar, ya nos tiene tan agotados que ni siquiera podemos disfrutarlas.
Ansiedad
La ansiedad es un mecanismo de defensa que nos permite mantenernos alerta frente a posibles peligros. Es decir, que nos ayuda a la supervivencia. El cuerpo se prepara para lo que pueda acontecer gracias a las descargas de adrenalina. Pero ésta puede virar y volverse patológica llenándonos de pensamientos negativos y hasta podemos presentar síntomas como sudoración, palpitaciones, náuseas y mareos.
Es decir que la ansiedad convive con nosotros todo el tiempo. Justamente, depende de nosotros cuál cara de ella dejamos que quede al descubierto. Porque mientras que una de ellas nos permite estar atentos y alertas para poder responder en función de la situación, la otra nos lleva a preocupaciones excesivas, miedos que no podemos controlar y una inquietud que necesariamente nos obstaculizan el día a día. Es decir que nuestras actividades cotidianas empiezan a entorpecerse sin resolver ni una cosa ni otra.
Respecto a las vacaciones y el disfrute de ellas, pensamos en la planificación para que se hagan realidad. Pero entre estos dos pasos podemos pasar de una ansiedad a otra.
La espera me desespera
Las ganas por irnos de vacaciones pueden provocar un sinfín de sensaciones que no se condicen. Es decir, que no es alegría, entusiasmo y emoción, sino que en general son sensaciones encontradas. Entonces es alegría, pero con angustia porque no podemos afrontar económicamente el destino que quisiéramos. O para realizar las actividades que quisiéramos no podemos ponernos de acuerdo con la familia, las amistades o la pareja. Comenzamos entusiasmados, pero a medida que el plan se deshace por los inconvenientes, ya casi que perdemos las ganas.
Las ganas de seguir planificando, no las ganas de que lleguen esas vacaciones. Porque esa espera continúa y en lugar de transitarla intentando coordinar todos los frentes, comenzamos a ansiarlas. A tal punto que aunque no sepamos ni a dónde ni con quién nos iremos, sólo queremos que lleguen. Y comienzan los pensamientos negativos, los cuales nos llevan a creer no sólo que las vacaciones que queremos no podrán ser, sino que además se alejan. Y en el mientras tanto perdemos de vista el objetivo. Casi que lo volvemos un problema que además afecta a todo alrededor.
¿Cómo evitar la ansiedad por las vacaciones?
Es importante anticipar que los inconvenientes van a suceder, porque coordinar con los otros es difícil y aun viajando solos también pueden surgir problemas. Una vez que tengamos esto en mente, la ansiedad comenzará a bajar. Con esta premisa acompañaremos todo lo previo a las vacaciones y así el estado de alerta quedará latente ayudándonos a focalizar en lo que deseamos disfrutar durante ellas. Además, ir planificando poco a poco el viaje permite que los pensamientos negativos disminuyan. Ya no debemos resolver todo de un momento a otro, sino que vamos buscando alternativas a medida que las necesitamos. De esta manera, los posibles síntomas son evitados, porque ya sabíamos que los problemas podían aparecer. Este es el gran truco para apaciguar la mente, tener en cuenta que los contratiempos pueden ocurrir e ir de a poco para mantener la ansiedad asíntota (o a raya).
Vacaciones ansiosas
Y sin embargo, cuando finalmente llegan las vacaciones y ya nuestros planes están a punto de concretarse puede ocurrir que todo se complique. Porque todo lo reservado e imaginado no es tal como las imaginamos. O no se cumplieron tal como lo habíamos pensado. Los contratiempos siempre están presentes, siempre pueden ocurrir y esto no debe afectarnos. Justamente, debemos tenerlos en mente como una posibilidad y pensarlos como parte funcional del plan.
Porque cuando no logramos ir de a poco en la planificación, cuando dejamos que los pensamientos negativos plaguen nuestra mente provocándonos náuseas y hasta vómitos, la ansiedad continúa durante las vacaciones. Es decir, no dejamos de estar ansiosos porque llegamos al día uno de las vacaciones, sino que las acompañamos con esta alerta constante evitando que disfrutemos.
Ansiadas vacaciones
Diferente es cuando planeamos lentamente, acompañando los conflictos, buscando alternativas, entendiendo que a pesar de anticiparnos hay cosas que no podemos controlar e incluso durante las vacaciones podemos tropezar. Porque esa seguridad sobre lo incierto, prever que el conflicto es parte de la cotidianeidad, tranquiliza a la ansiedad, siempre latente, siempre al acecho, y que se mantiene allí. Presente, pero controlada. Justamente eso permite que las vacaciones puedan ser vividas plenamente, disfrutando de lo concreto que habíamos ideado. Experimentando nuevas aventuras, disfrutando de la compañía, descansando y permitiéndonos descansar física y mentalmente.