Qué son los celos

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Los celos son una emoción o sentimiento que en todas las personas se despierta, aparece con una intención y tiene un sentido, ya que al igual que cualquier otra emoción nos está avisando de que ocurre algo en nuestro entorno a lo que debemos de atender. Los celos, por lo tanto, constituyen una reacción normal en el ser humano, y son muy comunes en la mayoría de las sociedades.

Los celos se manifiestan como una emoción social, que resulta adaptativa. Su función es la de que atendemos y cuidemos a aquello que más queremos, para que nadie nos lo arrebate, consiguiendo así una relación estable, evitando la promiscuidad; protegiendo la relación de actuales o potenciales intromisiones.

Tiene un sentido cultural aprendido acerca de cómo entendemos y vivenciamos la posesión. Esta alarma aunque se puede manifestar en cualquier ámbito con personas significativas para nosotros, esta sobre todo asociada al amor romántico, ya que es cuando mayor intensidad alcanza, por el miedo a perder a la persona amada.

Supone un problema al igual que las demás emociones, cuando se experimenta con excesiva frecuencia intensidad o duración. De tal forma que se perciba con un gran malestar, interfiriendo en el propio bienestar. Cuando escapan de nuestro control pueden resultar tremendamente dañinos, no solo ya para la persona que los experimenta, sino además en las personas que estén implicadas en ellos.

Esta emoción al tener un componente social, se aprende y la experimentamos desde la infancia, con nuestros objetos de deseo como puede ser la madre. Es habitual que sintamos celos del padre, de los hermanos y de cualquier persona que acapare la atención de la persona con la que establecemos un vínculo especial, puesto que requerimos una atención y dedicación especial de esa persona.

En estas etapas, a su vez es cuando estamos aprendiendo a vincularnos con las personas por las que sentimos una mayor cercanía, ya que son las encargadas de proporcionarnos cuidados, seguridad y afecto. Los celos están asociados a cómo hemos aprendido a vincularnos y cómo hemos sido atendidos en estas primeras etapas de nuestras vidas.

  • ¿Son los celos una emoción un sentimiento o una pasión?

(Enrique Echeburúa 2007) Los celos según este autor pueden ser las tres cosas:

Diferencia entre afectos

 Afectos en los celos

  • Los Celos son una emoción cuando responden a un momento concreto y son transitorios.
  • Se convierten en un sentimiento si se alojan en el pensamiento recurrente con una sensación de pérdida que requiere estar en alerta.
  • Cuando los celos se transforman y aparecen con el afecto de la pasión la persona se ve invadida por el desasosiego, el descontrol, el miedo y los pensamientos intrusivos constantes de sospecha. Son así como los celos se convierten en patológicos; la persona que los padece lo vive con mucho sufrimiento y angustia.

Cualquier celoso patológico (celotipia) pasa por estos estados llegando a la pasión, y manifiesta sus celos mediante la mente, el cuerpo y el comportamiento.

Los celos en la infancia

No importa la edad que tengamos, todos sentimos celos. Desde pequeños hasta adultos podemos experimentar los celos hacia cualquier persona que queremos.

En pequeñas dosis podemos establecer que es una sensación normal, mas al perder el control nos podemos encontrar con un estado difícil de revertir. Además,  no se trata de una sensación a la cual racionalizándola podamos desistir, porque nos atraviesa, justamente, inconscientemente. Pero cuando los celos se escenifican en los más pequeños no sabemos por qué aparecen ni cómo ayudarlos a superarlos.

No preguntamos por qué algunos niños son celosos y otros no. Si bien los adultos responsables somos modelos de conductas para los pequeños, muchas veces gracias a lo que observamos en ellos, pesquisamos que esos celos pueden deberse a cómo los cuidamos y no tanto a qué hacemos nosotros adultos en la vida adulta. Es decir, no siempre se trata de una imitación de los niños a los adultos, sino que el meollo está en la forma en que nos relacionamos con esos pequeños.

La primera infancia

Sabemos que durante la primera infancia, aquella que comienza en el nacimiento hasta los dos años aproximadamente, la dependencia de los niños hacia quienes lo cuidan es total y absoluta.

Los niños requieren del adulto mayor para que los alimente, los higienice, los cuide de los peligros y los duerma, pero también para que les hable, les lea cuentos, les cante canciones divertidas o les juegue. En definitiva, que les quiera.

Esas personas, poco a poco, y en diálogo con el pequeño, van construyendo un vínculo recíproco de cariño. Desde el pequeño se va produciendo un apego que los ayuda a tener seguridad y ganar autonomía, pero siempre a la mirada de ese adulto contenedor.

Así, el niño va forjando una personalidad que, en las mejores condiciones, se constituye con un autoestima importante que lo ayuda a estar seguro de sí mismo, pero también del alrededor. En estas condiciones, los pequeños van desarrollando una personalidad saludable. Es así como a partir de sus tres años podremos observar vestigios de este primer momento a partir de sus conductas.

Vestigios negativos

Cuando esto no sucede, cuando ese niño vivenció un entorno que puede volverse peligroso porque el cuidador no logra responder a sus demandas o deja de verlo para dirigir su mirada hacia otra persona por lapsos extensos, cuando en lugar de sentirse querido el niño vivencia que lo que hace está mal, cuando no se forja en él la perseverancia sino el reto constante, el niño experimenta una ansiedad que le implica sentirse a merced de ese adulto total y absolutamente. Por eso cualquier persona que obstruya su relación con ese cuidador devendrá objeto de celos.

Caso contrario es aquel donde la sobreprotección del cuidador genera en el pequeño mayor dependencia, aún en edades donde la autonomía sobre ciertas acciones podrían ser ejecutadas por él. Por ejemplo, estar jugando en la plaza con otro niño sin necesidad de que el cuidador esté mediando entre ellos. La atención ha sido de tal potencia que ese pequeño no tolera que no se lo mire o que no le presten atención. En este punto, la total predisposición del adulto ha provocado que ese pequeño no haya podido desarrollar herramientas que lo ayuden a socializar con los otros sin necesidad del adulto mediador. Sólo importan sus deseos y exigencias sin poder observar qué sucede alrededor. Ese “poder” puede llevarlo a no controlar sus enojos, a no poder esperar, a no comprender que los cuidadores no son objetos que le pertenecen, sino personas que interactúan con otras. Esa atención no recibida en la inmediatez despierta los celos del niño hacia cualquiera que se interponga entre él y su referente.

¿Cómo revertir los celos?

Hay frases como “lo pasado, pisado” que hacen referencia a que lo que haya sucedido ya no importa, positivo o negativo, porque no se puede volver el tiempo atrás. Y si bien esto es cierto y no podemos revertir qué hicimos, sí podemos pensar nuevas estrategias para el futuro. El pasado será siempre consecuencia de un futuro y ese futuro puede ser distinto.

Como cuidadores debemos prestar atención a las conductas que los pequeños van desarrollando, sobre todo aquellas que atentan contra su socialización, con los vínculos más cercanos, con la posibilidad de crecer favoreciendo relaciones amorosas sanas. Por lo tanto, si les prestamos atención y observamos qué de lo que les pasa puede ser revertido desde nosotros, el futuro ya es más prometedor.

A propósito de lo explicitado anteriormente: con solo fomentar un vínculo seguro, de atención sí, pero no pura y exclusiva mirada, sino resguardarlo del entorno para su seguridad, pero fomentando su autonomía, haciéndoles saber que son lo más importante, pero no los únicos en el mundo, los niños aprenderán y cambiarán sus modos.

Los celos pueden pasar de ser enfermos a contabilizarse en pequeñas dosis, aquellas que podríamos llamar normales. Como si estuviésemos en un barco buscando el mejor camino hacia el puerto, virar las conductas, depende de los más pequeños, cambiar el eje, depende de los adultos.

 Bibliografía consultada:

  • Echeburúa, E., & Fernández-Montalvo, J. (2007). Celos en la pareja, una emoción destructiva: un enfoque clínico. Ariel.
  • Varela, P. (2004). Amor puro y duro. La esfera de los libros. Madrid.

Ingeniero informático, actualmente CEO y propietario de las empresas psiqueviva.com. Amo escribir y leer artículos interesantes e intento proporcionárselos a los usuarios de esta plataforma.