No lo comprendéis. Es mi creación. Y mi destrucción. Es la mutilación de mi propia alma y la incineración de los pedazos. Es el resurgimiento de mis propias cenizas que sigue a mi aniquilamiento. Es cada parte de mí que vuelve a brotar, que tantea el equilibrio, siempre bailando sobre una cuerda, con el caos a mis pies, el vértigo en mi estómago y la sagacidad en mi cabeza.
Se esfumaron las últimas plumas de mis alas al tiempo que me esforzaba por palparlas sin quemarme. No supe regocijarme en el placer de volar, sino que derroché mis fuerzas en atisbar lo imperceptible.
Mas el arrastrarme entre la escoria y la morralla de mi caída no me impedirá volver a volar. A diferencia de otros, aprendí a reptar con la cabeza alta, siempre mirando hacia arriba, con el corazón por encima, con mis deseos de resucitar que me impulsan.
Y del hielo, el fuego que enardece. Y de mi cuerpo exánime, las piernas que me vuelven a sostener, los brazos que vuelven a portar esta alma, hilvanándose a sí misma. Y de mi espalda carbonizada y despedazada, las alas que me vuelven a alzar, que apresuran mi huida, siempre planeando cerca de mi desintegración…
Maravilloso
Hasta las flores más bellas necesitan estiércol para crecer con más fuerza. Así es la vida, no busquemos la utopía de ser siempre felices, en cada momento, no existe, es eso, utopía.