Entre las necesidades básicas de la vida encontramos elementos como el agua, la comida, la respiración… Si bien todos ellos son necesarios, podemos prescindir de algunos un lapso de tiempo mayor -como puede ser la comida o el agua- pero no de la respiración.
La función de la respiración es proveer oxígeno al cuerpo y expulsar el dióxido de carbono, producto de desecho.
Aunque todos respiramos, actualmente pocas personas mantienen el hábito de la respiración natural completa que experimentan los niños.
Si observamos la respiración de un bebé mientras duerme podemos comprobar cómo su tripa se eleva y desciende de una manera rítmica.
Este hecho es producido por la respiración diafragmática. Esta respiración es profunda, predominantemente nasal, lenta y rítmica.
Imaginemos nuestra tripa como un globo. Al inhalar, el aire reposaría en la base del globo haciendo que nuestra tripa se hinche, mientras que en la exhalación ocurriría lo contrario, sufriríamos un “desinflamiento”.
Es necesario volver a la respiración natural, aquella que utilizamos desde nuestro nacimiento y perdemos según vamos creciendo, haciendo que respiremos de forma arrítmica y superficial, utilizando en muchas ocasiones una escasa parte de nuestra capacidad pulmonar.
Mediante una respiración adecuada podemos ganar en salud física así como potenciar nuestras capacidades mentales y lograr una mayor estabilidad emocional.
Existen tres tipos de respiraciones: la abdominal, la intercostal y la clavicular.
La forma correcta de respirar consiste en empujar el abdomen hacia fuera en la inhalación y dejar que vuelva en la exhalación, respirando nasalmente –es lo que correspondería a la respiración diafragmática anteriormente explicada.
También contamos con una respiración completa, aquella que se practica en yoga. Ésta se divide en tres partes: bajo abdomen, medio abdomen y alto pecho. Para practicarla debemos tener la espalda recta y relajada.
Al inhalar, llenamos de aire el bajo abdomen, luego el medio y por último el alto pecho. Para exhalar seguimos el camino inverso, de arriba hacia abajo.
A medida que crecemos vamos perdiendo esa respiración rítmica de la que éramos dueños, dejando paso a las tensiones y dando lugar a la celeridad que supone la vida en sí en nuestro propio organismo. Convertimos la respiración rítmica armonizadora en una arrítmica de en la que muchas ocasiones solo utilizamos un tercio de nuestra capacidad pulmonar, siendo más proclives a estados ansiosos y emociones negativas. Por ello, sería ideal poder practicar la respiración abdominal –diafragmática. Ni sus beneficios ni su implantación en nuestra rutina serán inmediatos, se requiere entrenamiento y constancia. Podemos fijar 10 minutos al día –como comienzo- para practicar este tipo de respiración e ir aumentando el tiempo según se vaya practicando, o bien podemos practicarla a lo largo del día todas las veces que nos acordemos. Independientemente del camino que escojamos para practicar, lo importante es hacerlo.
Una correcta respiración nos proporciona relajación, calma, serenidad, bienestar y equilibrio.