Cada vez que el mes de diciembre se acerca comenzamos a preocuparnos por el balance de fin de año. En los pasillos de las oficinas, en los comercios del barrio, en las reuniones de familias en los colegios, aparece la pregunta “¿Cómo estuvo el año?”. Es entonces cuando empezamos a repasar qué hicimos, qué no hicimos, qué decisiones tomamos y cuáles fueron las consecuencias de todo ello.
¿Qué es un balance?
Balancear implica un movimiento en el cual hay un vaivén, algo que se mueve de un lado al otro y en ese movimiento se equiparan las fuerzas. No obstante, cuando hablamos de balance nos estamos refiriendo a una evaluación o examen de una situación, que puede ser patrimonial o de vínculos. Es decir, ponemos en perspectiva lo realizado y en este punto hacemos un vaivén entre el “debe” y el “haber”. Comenzamos por recordar qué nos habíamos propuesto a comienzo de año, qué logramos de todo ello y qué objetivos quedan pendientes. A su vez, nos preguntamos por los proyectos que aparecieron durante el año y cuáles fueron sus resultados o nos preocupamos si aún no llegaron.
Pero… ¿por qué a fin de año?
Como mencionábamos al principio, es casi obligatoria la pregunta por el balance de fin de año. Pero, ¿cuál es el sentido de hacerlo cada diciembre? Podríamos arriesgar que se trata de un contrato social tácito. En este contrato, todos acordamos que la única fecha permitida para hacer los balances es fin de año. Es porque se acumulan una gran cantidad de meses para evaluar, porque la palabra “fin” implica un cierre y debemos reflexionar sobre ello, porque la palabra “inicio” habilita un nuevo comienzo, etc. Todas conjeturas, pero con el mismo final. Ahondemos en las ventajas y desventajas de hacer un balance de fin de año en diciembre.
Ventajas y desventajas de un balance de fin de año
Tal como lo anticipamos, repasar doce meses es un lapso de tiempo importante, aunque no extenuante, en los cuales varios proyectos tuvieron su inicio, desarrollo y tal vez cierre. Aquí debemos clasificar qué vamos a evaluar. Por un lado la profesión y por el otro las relaciones familiares y de amistades. Además, las realizaciones personales como pueden ser talleres, gimnasio, estudios o cursos y también arreglos y decoración de la casa, etc. Repasamos cada una, evaluamos los logros y los desaciertos y recién entonces volvemos a proponernos cómo continuamos el año siguiente.
Sin embargo, la memoria puede jugarnos malas pasadas y en este punto no podamos recordar todo aquello que nos propusimos e incluso olvidar cómo fue su desarrollo. Además, durante el año aparecen nuevos desafíos que pueden opacar a los propuestos anteriormente y perdemos noción de ellos. Así como olvidamos peleas familiares o discusiones con amistades, pero que en la actualidad nos mantienen alejados y ya no sabemos cómo revertirlas.
Atajos para hacer el balance
Gracias a las nuevas tecnologías hoy podemos llevar un anotador en teléfonos móviles, Tablet, iPad e incluso usar la primera tecnología: lápiz y papel. Lo iniciamos a principio de año con todo lo que nos proponemos y mes a mes vamos anotando el desarrollo de los propósitos, así como las nuevas inquietudes o proyectos. No es necesario que sean extensos, pero sí mensuales. De esta manera, ahorramos tiempo recordando y evitamos olvidos que pueden ser importantes. Asimismo, este sistema nos permite que los balances no sean necesariamente a fin de año, sino que podamos hacer una evaluación al terminar un curso o una relación, y detectar qué aprendizajes nos dejó y qué desafíos emprendemos a partir de ello. Y entonces sí, llegar a fin de año con un recorrido claro y que en nuestras propias palabras que nos permita repasar lo acontecido y desde allí pensar las nuevas metas.
Dónde y cómo hacer el balance
Es importante que cada vez que decidamos llevar adelante el balance, sea a fin de año o antes, busquemos un lugar que nos sea cómodo, tranquilo y –sobre todo- en soledad. Debemos poner en perspectiva lo que hicimos, evitando distraernos así como contaminarnos de miradas ajenas. Es un momento para nosotros, para reflexionar sobre lo que hacemos, sin que los juicios de otras personas nos condicionen. Una vez que hallamos ese espacio y tiempo, podemos desplegar la ruta que llevamos adelante y examinar aciertos y errores. Anotar estas conclusiones es tan importante como el recorrido, porque podemos retomarlas en otro momento. Respecto a los aciertos, será clave detallar cómo los logramos y, respecto a los errores, anotar cuáles podrían ser las alternativas para evitarlos.
Pero siempre debemos tener presente que no debemos ponernos una calificación, sino evaluar cómo nos sentimos, qué pudimos resolver, en qué lugares no logramos revertir la situación, cómo logramos que las aristas de la vida se conjuguen en un año. Lo más importante es darse ese tiempo para conectarse con uno mismo y ser franco para volver a apostar.
Sí, hay que hacer un balance
Definitivamente, hay que hacer un balance, es un método que nos aporta muchas satisfacciones. Porque no importa si hay más “debe” que “haber”, lo que interesa es reflexionar sobre lo que hacemos y cómo nos sentimos para conocernos más, para tomar nuevas decisiones. Para continuar por el camino que nos hace bien o para revertir lo que nos hace mal. No importa si el balance es a fin de año o antes. Sólo importa tomarse el tiempo para repasar con las propias palabras lo que hacemos. En ese vaivén equiparamos las fuerzas para seguir viviendo de acuerdo a nuestros propósitos.