La teoría del conflicto realista
La explicación más antigua sobre el prejuicio se basa en el hecho de que la mayoría de las cosas valoradas por la gente como un empleo importante o un alto status escasean. Eso deriva en una competición entre los diversos grupos por los beneficios y oportunidades más valorados, y el prejuicio surge a raíz de esta lucha. Cada grupo etiqueta a los miembros del otro grupo de “enemigos”, viéndose a sí mismos superiores y trazando límites cada vez más rígidos entre ambos grupos. Esta es la teoría del conflicto realista.
Sherif y otros psicólogos sociales (1961) llevaron a cabo una investigación sobre este tema que se considera uno de los clásicos en el estudio del prejuicio. En un campamento de verano, dividieron en dos grupos a chicos de once años y durante una semana realizaron actividades lúdicas con sus respectivos grupos. Después se enfrentó a ambos grupos en diversas competiciones que tenían como premio trofeos que eran muy valorados por los chicos, lo que derivó en tensiones, insultos y ataques entre ellos. En tan sólo dos semanas, ambos grupos mostraron elementos básicos de un fuerte prejuicio.
Sin embargo, el primer estudio contundente sobre las relaciones entre conflicto y prejuicio fue la investigación de Hovland y Sears (1940). Ellos encontraron que los linchamientos a afroamericanos en Estados Unidos variaban con respecto a la actividad económica del momento en una relación inversamente proporcional. Por el contrario, no pudieron demostrar una relación entre los crímenes por odio y el desempleo. A día de hoy, algunos hallazgos cuestionan sus resultados.
Experiencias tempranas: el aprendizaje social
Otra explicación sobre el origen del prejuicio sugiere que es aprendido y que se desarrolla a través de los mismos mecanismos básicos que el resto de las actitudes. De acuerdo con esta perspectiva del aprendizaje social, los niños adquieren actitudes negativas hacia varios grupos sociales debido a que las observan en padres, amigos, maestros y otros, las cuales son recompensadas (con amor, elogios y aprobación).
Además, también son importantes las normas sociales. La mayoría de las personas eligen conformarse con el grupo al que pertenecen, aceptan formar parte del “nosotros”. Si por el contrario un sujeto no cumple alguna norma social será estigmatizado dentro de su propio grupo, y en parte de los casos, marginado del resto de la sociedad o de su mayoría.
En general, las actitudes raciales de los individuos al ser adultos son un reflejo de las influencias de las actitudes de los padres y de las experiencias en su infancia con miembros de grupos minoritarios: cuanto menos prejuiciosos son los padres y más positivas fueran las experiencias, más favorables son las actitudes raciales de los sujetos.
Categorización social
Una tercera perspectiva se refiere a la categorización social, esto es, la tendencia a dividir el mundo social en dos categorías separadas: nuestro endogrupo (“nosotros”) y varios exogrupos (“ellos”). Esta segregación se basa en muchas dimensiones, tales como la raza, el sexo, la religión, el nivel de ingresos, etc. Según la investigación de Tajfel y Wilkes (1963), simplemente por pertenecer a dos grupos diferentes exagera las diferencias percibidas entre los grupos.
Esta categorización hace que veamos a los miembros del exogrupo de forma negativa y similares entre sí, mientras que el endogrupo se ve a sí mismo en términos favorables y se considera un grupo heterogéneo. Esta tendencia a realizar atribuciones más favorables y halagadoras a los miembros del propio grupo que a los miembros de otros grupos recibe el nombre de error final de atribución.
Esta tendencia a dividir el mundo social entre «nosotros» y «ellos» conduce al prejuicio, según demostraron Tajfel y sus colegas, con la teoría de la identidad social, que sugiere que los individuos buscan alcanzar la propia autoestima mediante la identificación con grupos sociales específicos. Sin embargo, sólo funciona si las personas implicadas perciben los exogrupos como superiores o competidores.
Un estudio de Hornsey y Hogg (2000) demostró que los individuos muestran actitudes positivas hacia miembros de otras culturas cuando se sienten seguros del propio grupo o identidad cultural. Sin embargo, si la distintividad del propio grupo se ve amenazada reaccionarán de forma negativa, y esta reacción se intensificará a medida que perciban semejanzas entre ambos grupos. Pero si los individuos sienten que su distintividad no está siendo cuestionada ocurrirá el efecto contrario: a mayor semejanza percibida, la reacción será más positiva puesto que la autoestima no se ve afectada.
Fuente:
Cabrejas, M. y Bastida, E. (2010). Los prejuicios. Murcia: Universidad de Murcia, Facultad de Psicología (no publicado).