Uno de los campos de intervención del psicólogo es el ámbito educativo, pero ¿cuáles son sus funciones y objetivos principales? ¿Ante qué situaciones interviene? ¿Cómo evitar o superar un fracaso en la educación?
Frente a la demanda de estudiantes, familias, docentes y directivos, se hace indispensable que el psicólogo defina su rol y sus competencias en la escuela. Las familias culpan a los docentes que no ayudan a los estudiantes, y los docentes demandan soluciones inmediatas al psicólogo en relación a los estudiantes “problema” con los que no pueden lidiar.
Intervenciones
En sus comienzos, los centros de orientación realizaban una batería de tests como forma de intervención preventiva. De esta manera, se seleccionaba a los estudiantes adaptados, y se los rotulaba a partir de los resultados obtenidos en el CI (coeficiente intelectual). Se estudiaban y medían las diferencias interindividuales, con el uso indiscriminado de tests (test de inteligencia y de rendimiento). El objetivo era el diagnóstico y tratamiento de problemáticas de ajuste, comportamiento o aprendizaje, dejando de lado la investigación de las mismas.
En la actualidad, a estas intervenciones se las considera poco éticas, ya que los resultados y su diagnóstico muchas veces no son informados a los estudiantes y sus familias, sino que se comunican sólo a los docentes. Generando lo que se denomina efecto Pigmaleón (Rosenthal), o profecías autocumplidas, que es cuando los estudiantes etiquetados de conflictivos, asumen indefectiblemente estas conductas.
Con el transcurso de los años y las investigaciones, las intervenciones comienzan a apuntar a la salud mental del estudiante, implicando aspectos afectivos, emocionales y relacionales. Pero seguía siendo de prevención y tratamiento de problemáticas escolares y extraescolares. Una orientación clínica y no tanto educativa.
Cambio de óptica
Mientras que en sus inicios la prioridad era ocuparse de los trastornos evolutivos y de conducta desde una perspectiva psiquiátrica, a mediados del siglo XX se vuelcan hacia la investigación y mejoramiento de las prácticas educativas. Ponen énfasis en el trabajo áulico, planificando y desarrollando metodologías didácticas eficaces, intervenciones institucionales y comunitarias. Funcionan como asesores curriculares y de programas educativos.
Se abandona entonces la idea de la patologización (el niño portador de un problema) y del modelo médico hegemónico, para situarse en un modelo contextualizado. “Entender el acto en su contexto”, al decir de M. Cole (1983).
Entender e interpretar los fenómenos en el seno mismo de los dispositivos que los generan. No situarse en el nivel individual para su análisis, sino integrar todo el sistema social involucrado (y sus subsistemas), para un abordaje psicoeducativo. Nos referimos a los pares, los docentes y el contexto áulico, los directivos, las relaciones familia escuela… Es un pasaje de la exclusión de lo disruptivo, a la comprensión del fenómeno contextuado.
Del control y disciplinamiento a la intervención enriquecedora, que favorece las prácticas de los allí involucrados, a través del diálogo y trabajo cooperativo con toda la comunidad educativa. Es importante el análisis y la reflexión de las prácticas educativas, para posteriores intervenciones que trabajarán la educación y el fracaso.
Problemas de Atención
Se define al trastorno de aprendizaje, como a todo aquello que se aparta de la norma esperada. Pero, ¿cuál es esa norma que define educación y fracaso? Esa norma es cultural y dependerá del grupo social que se tome como referencia. Asimismo, las diferencias en la determinación de diagnósticos y pronóstico está determinada por la concepción teórica respecto al proceso de aprendizaje. Existen teorías que se sustentan en visiones asociacionistas, empiristas, mecanicistas o constructivistas en relación al aprendizaje.
Desde la Psicología del Desarrollo se han producido importantes avances en el conocimiento de los procesos atencionales. El niño entre los 5 a 7 años aprende a estar atento. Puede empezar a concentrarse en actividades propuestas por los demás adultos (atención voluntaria). Para ello, es importante la influencia del entorno familiar que definirá las tareas, acciones y metas que son significativas para el niño.
No hay aprendizaje sin atención. La habilidad para seleccionar lo relevante comienza a partir de los 6 años, y se consolida entre los 10 y 12 años (las edades son aproximadas, dependerá de cada contexto particular).
Concepción constructivista del aprendizaje
La escuela construye conocimiento y se convierte en un contexto de desarrollo personal. El aprendizaje es un proceso de construcción de significados. Para que éste sea significativo se deben interrelacionar los aportes del estudiante, del profesor y del contenido. Tríada fundamental para el aprendizaje significativo.
Educación y fracaso
Índices elevados de repitencia y deserción escolar exigen un serio debate y políticas educativas adecuadas a cada contexto (compromiso político y público). Perspectivas que se centran exclusivamente en el niño para entender los fracasos escolares, sólo construyen categorías sostenidas en el modelo médico de diagnóstico, basados en criterios estandarizados que no contemplan las diferencias culturales. La escuela es señalada, entonces, como productora del fracaso al impartir prácticas homogeneizadoras sin responder a las necesidades individuales de los estudiantes y sus trayectorias. El fracaso escolar es un fenómeno masivo con múltiples causas, por lo cual su abordaje debe ser multidisciplinario.
Es un fenómeno complejo que nos interpela a buscar herramientas para dar respuestas a la diversidad presente en las aulas, abandonando las visiones reduccionistas que sólo cristalizan el problema.