La amistad ayuda a mantener nuestra identidad y autoestima

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Amistad entre dedos

Las amistades que vamos haciendo a lo largo de nuestra vida, tienen una función esencial en el mantenimiento de nuestra identidad y autoestima. Rodearnos de gente que nos apoye y que nos quiera aporta muchos beneficios, para que nos sintamos más seguros y valiosos.

Si bien nuestra felicidad depende de nosotros mismos; las amistades y las relaciones significativas en un contexto donde se pueda compartir experiencias e intimidad, genera un clima de confianza para que nos sintamos cómodos y podamos ser más conscientes de nuestra propia felicidad.

Características de la amistad

La idea de lo que supone una amistad, es cierto que para cada persona es diferente, y se pueden mantener relaciones de distinto tipo e intensidad, aunque todas suelen tener algo en común, y es la conexión. La conexión entre dos personas significa que existe un vínculo afectivo recíproco que se establece libremente; siendo diferente al vínculo familiar, al de pareja y al profesional.

«Lo esencial de la amistad , y lo que la distingue respecto a otros vínculos sociales tales como la pareja, la familia o la pertenencia a otras instituciones sociales formales, es precisamente que se rige por reglas que no vienen impuestas desde fuera, sino que se fijan autónomamente entre los propios amigos. Dicho de otra manera: la amistad es la forma más libre de relación interpersonal que existe en nuestra sociedad.» (Fernández-Abascal, E. G, 2009).

Compartir es un acto que forma la base de la amistad, se comparte el tiempo, situaciones, circunstancias, actividades, etc. En una amistad que tiene unos vínculos ya consolidados se llega a compartir la intimidad de las emociones y de los sentimientos. Dejando paso a una apertura que refuerza la identidad, y se consolida a través de la comprensión.

La comunicación es un elemento clave en las relaciones de amistad. Se puede establecer un grado suficiente de intimidad como para poder comunicarse sin necesidad de palabras; mediante un gesto, una mirada, un abrazo; utilizamos multitud de recursos para establecer una comunicación sincera y emotiva, con aquellas personas que están dispuestas a escucharnos.

Elección de buenos amigos

Elección de nuestras amistades

Nuestra autoestima influye en las relaciones que mantenemos y en cómo hacer amigos nuevos, ya que dependiendo de cómo nos valoremos tenderemos a elegir unas amistades u otras. Cuando iniciamos y mantenemos relaciones tóxicas, que son aquellas en las que nos sentimos pisoteados, e intercambiamos conductas que resultan molestas e incomodas; seguimos con esas relaciones debido a que no sentimos que merezcamos algo mejor.

Las amistades sanas con las que nos relacionamos se pueden identificar fácilmente, ya que nos aportan confianza y seguridad, mostrándonos su apoyo y alegrándose por nuestros éxitos, al igual que nos acompañan en nuestros malos momentos. Las relaciones saludables ayudan a mantener la propia identidad y la autoestima.

La disponibilidad y el compromiso son indicativo de una buena amistad. Se establece una relación de intimidad, en la que no resulta necesario que haya un contacto constante, la distancia no estaría marcada por el espacio, y se establecen acercamientos a pesar de dónde se encuentren el uno del otro.

Son muy comunes las situaciones en las que las amistades que llevan mucho tiempo tienden a alejarse en el espacio, por compromisos de trabajo, familiares y otros ritmos de vida que impiden poderse ver a menudo. En estas situaciones se comprueba la disponibilidad, el compromiso, y el grado de amistad que aún sigue existiendo. Cuando de nuevo establecemos un contacto con una buena amistad después de mucho tiempo, la intimidad sigue latente.

Las buenas amistades suponen un gran apoyo psicológico; ya que el afecto recíproco ayuda a mantener la autoestima. «Una de las motivaciones fundamentales de los seres humanos es la necesidad de sentirse reconocidos y queridos» (Fernández-Abascal, 2003). «Cuando tenemos problemas o nos sentimos mal, los buenos amigos suponen no solo un apoyo afectivo sino una ayuda psicológica real, ya que a su afecto por nosotros se une el hecho de que nos conocen y nos comprenden y quieren nuestro bien de manera relativamente desinteresada, así que ocupan un lugar privilegiado para ayudarnos en las dificultades habituales de la vida» (Pennnebaker, 1980).

Bibliografía consultada:

Fernández-Abascal, E. G. (2009). Emociones positivas.

Fernández-Abascal, E. G., Díaz, M. D. M., & Jiménez, P. (2003). Emoción y motivación: la adaptación humana.

Pennebaker, J. W. (1980). Perceptual and environmental determinants of coughing. Basic and Applied Social Psychology, 1(1), 83-91.

Ingeniero informático, actualmente CEO y propietario de las empresas psiqueviva.com. Amo escribir y leer artículos interesantes e intento proporcionárselos a los usuarios de esta plataforma.